domingo, 23 de octubre de 2011

Sin rostro, sin nombre


Ha sido horrible. 
Sentir como se escapa tu vida entre mis manos y saber que he sido yo misma quién te ha matado. 
No recuerdo tu cuerpo, ni tampoco tu nombre. Ni siquiera el timbre de tu voz acude ahora a mi mente, pero sí recuerdo tu mano. 
Tu mano, manchada de dolor, de sufrimiento y de lucha inútil por vivir. Tu mano izquierda que se aferraba a mí y que me suplicaba por tu vida. Tu mano izquierda que me pedía que te salvara, que te ayudara y tu mano izquierda que iba perdiendo fuerza, que se alejaba de mí, que me dejaba con tu cuerpo inerte entre los brazos.
Esa fina y pequeña mano que entre llantos me dijo que te habías ido, para siempre, sin darme la oportunidad de ver lo que había perdido, dejándome de pronto vacía, en un abismo insalvable que se reía de mis lágrimas y mi dolor. 
Se hace pequeño en mi mente tu recuerdo, pero mi corazón sigue sangrando de dolor por tu partida. He llorado por tí sin tan siquiera conocerte.
Por tenerte, por matarte y por perderte. 

María Dolores, 17-09-2011

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